lunes, 11 de enero de 2010

¿Extraterrestres construyeron la pirámide de Chichén Itzá?



Tuve un sueño. De esos que uno tiene cuando recién acabas de ingerir drogas o cuando los tacos que te has comido el día anterior te han hecho daño y sufres terribles alucinaciones por la mañana.

Fue así:

"Me veo sentado, al pie de una pirámide enorme, mientras una lluvia ligera, cristalina, aplaca un poco el calor lacerante. De pronto, un indio aparece con un bastón largo: parece ser un sacerdote o una especie de chamán antiguo. Se acerca a mí y yo me levanto. Me dice algo en un dialecto que yo no entiendo. Se va. Me quedo ahí sin entender qué es lo que pasa, tratando de adivinar, por las puras señas que me hizo, el mensaje que aquel hombre extraño quiso transmitirme, pero no logro descifrarlo de momento. Al poco tiempo se abren los cielos, aparece una nave extraterrestre y se posa en la cima de la pirámide. Se desliza la portezuela izquierda del artefacto y desciende un ser horripilante. Me ve, me paraliza con su rayo láser y ahí termina el sueño."


Sí, esta alucinación parece película hollywoodense, totalmente trillada y vulgar. Sé que asumí en el sueño, como la mayoría de las personas, que una civilización de otros mundos vino a ayudar a los pobres mayas (que dizque no sabían un pepino sobre ingeniería avanzada de construcción), a alzar esos colosales templos arquitectónicos. Pero no se vayan con la finta. Dentro de mí empezó a fraguarse un verdadero y legítimo sentimiento de querer saber (de una vez y al chilaquil) qué había detrás de ese misterio. Creo que como a todos, en algún momento de nuestras efímeras vidas, me empezó a seducir un cosquilleante y molesto deseo de querer saber de qué herramientas se valieron los antiguos mayas para construir tan bestiales monumentos. Como ya podrán anticipar, no me pude hacer pendejo ante tal llamado de proporciones épicas. Así que arreglé los asuntos del vuelo, tomé del cochinito una lana que tenía destinado para otra cosa más mundana, y me lancé a aquella apartada región del sureste mexicano para tratar de descubrir, en la medida de mis posibilidades, qué tan cierta pudiera ser aquella alocada pesadilla.

Desde mi llegada, me encontré con algo realmente sobrecogedor: Yucatán y sus misteriosas pirámides. Sus caminos fragmentados, sus selvas enclavadas en un entorno interminable. Un recorrido mágico en el que todo se vuelve sobrenatural en cada paso, nos vamos adentrando como en una máquina del tiempo y parece ser que, por momentos, asistimos a ese ritual extraordinario que significó la construcción de una las pirámides más perfectas en la historia de la Humanidad: Chichén Itzá. Y es que todo lo que rodea a este sitio es místico. No se puede ir a Yucatán con la noción cotidiana de nuestra realidad. Una vez que estamos ahí, conceptos como "ir a trabajar", "ver un partido de fútbol en la tele", "ir al antro con los cuates", parecen ser simples metáforas surrealistas cuando uno choca directamente con esta civilización que tuvo sus instantes de magnificencia y deslumbramiento: Ahí uno tiene que despojarse de todo lo que ha vivido desde chico para dar paso al asombro total.

La pirámide de Kukulcán, para mí, la más perfecta que se haya construido, tiene sus bases matemáticamente bien definidas. Con sólo verla a distancia, ya te dan escalofríos con sólo verla de lejitos, en lo que va aterrizando tu jet privado. La pirámide, que está sostenida por una base cuadrada de 55.5 m. por lado, se construyó en honor a Kukulcán. Es un monumental edificio de nueve cuerpos escalonados y cuatro fachadas ornamentadas con representaciones de serpientes y tigres. Las cuatro escalinatas tienen 91 peldaños cada una, mismos que sumados a la de la entrada del templo superior equivalen a los 365 días del año (¡qué bárbaros!), por lo que algunos expertos piensan que es posible que se haya edificado con el fin de adorar al Sol; como ornamentación posee 260 cuadrángulos que representa el número de días que contiene el -Tzolkín- maya. Al pie de cada una de las balaustras se encuentra una colosal cabeza de serpiente emplumada de piedra. La cabeza descansa en el suelo, el cuerpo erguido para formar el fuste y la cola de cascabel doblada para sostener el dintel. No hay misterio en ello, es el resultado de la mezcla armoniosa de la arquitectura masiva de los Toltecas y el diseño refinado de los Mayas. Durante la primavera (21 de marzo) y con el otoño (21 de septiembre), fechas de los equinoccios, cuando la luz del sol proyecta una sombra en la escalinata norte, se produce un efecto visual de una larga serpiente que se arrastra hacia abajo para encontrarse con la enorme cabeza del animal que yace en el suelo... ¡qué miedo! Este efecto visual de la serpiente mide 123 pies. El fenómeno ocurre a las 3:00 p.m. y dura unos diez minutos. Se le ha llamado "el descenso simbólico de Kukulcán" (al tiro con los que se encuentre en su camino).

Aquí es donde uno empieza a sospechar inevitablemente de la increíble capacidad no sólo de abstracción que tuvieron los principales ejecutores de la obra para hacer que convivieran de manera natural el arte y la exactitud científico-matemática. La perfección del conocimiento maya provocó que los itzáes construyeran este edificio con una desviación de 20 grados 30 minutos y 30 segundos con relación al noroeste, lo que permite, en los equinoccios, que coincida con la eclíptica, ángulo de desviación que tiene la Tierra (estamos hablando de que los mayas, sin transbordadores espaciales, sin satélites orbitando el planeta, ya se habían dado cuenta que ¡caminamos de ladito!).

Por si esto fuera poco, en el Castillo de Kukulcán -como también se le conoce a la pirámide de Chichén Itzá- sus cuatro lados están dirigidos a los respectivos puntos cardinales. La construcción de la pirámide ocurrió en el año 800 después de Cristo y duró unos cinco años, para lo cual los arquitectos mayas primero levantaron una pirámide de seis a ocho metros de altura y sobre ella se edificó una segunda, sin pico y de 25 metros, como la conocemos en la actualidad.

Entonces, ¿quién o quiénes la construyeron? Es notorio el ingenio de sus constructores, que levantaron la estructura sin suficientes conocimientos tecnológicos. Su construcción demoró un periodo sorprendentemente corto y habría empleado a 400 personas, cuando mucho, según arqueólogos expertos en el tema. Peter Schmmidt cree que la Pirámide de Kukulcán fue obra de un grupo de arquitectos mayas no identificado, "aunque cabe la posibilidad de que el diseño haya recaído también en una sola persona". Pudo haberse demorado cinco años. En su construcción habrían trabajado, como decía, de 200 a 400 personas. Algunos de ellos probablemente prisioneros de guerra. "Los mayas usaron básicamente dos técnicas para la edificación del Castillo", explica Schmmidt. Los mayas carecían del desarrollo tecnológico alcanzado por otros pueblos, de manera que levantaron sus edificios con técnicas muy rudimentarias. En primer lugar seleccionaban las piedras de canteras con piedras duras, las recortaban con martillos y las cargaban en hombros hasta la zona de la construcción (¡cuántas hernias produjeron esas ocurrencias!), porque no conocían el uso de la rueda, más que para la confección de juguetes. Precisamente por esto, seleccionaban las canteras más cercanas al sitio de la obra. Para subir las piedras a la pirámide, los mayas se auxiliaban de la técnica del plano inclinado, usando poleas, cuñas y palancas. Los mayas no conocieron el cemento, pero usaron en su lugar un poderoso aglutinante. Este consistía en una mezcla de corteza de árboles y cal -que obtenían de quemar piedra caliza- con lo que lograban una sustancia de una dureza increíble. También usaron la pintura. Originalmente, algunos escalones del Castillo estaban pintados de rojo "quemado".

Al Hombre le gusta engañarse a sí mismo cuando empieza a jugar con los sueños: Imagina, alucina, le entra la duda por detrás (con y sin albur)... Los grandes inventos los ha dado el Hombre precisamente porque tuvo algún resquicio de curiosidad en su alma, parecida a una revelación religiosa. Si no, vayan y pregúntenle a Einstein (con su médium favorito) qué preguntas iniciales lo condujeron a descubrir su famosa Teoría de la Relatividad: ¡se van a morir de la risa!

A la pregunta expresa de quién diablos construyó las pirámide de Kukulcán yo respondo con toda la seguridad (esa seguridad que mis propios sentidos apreciaron una vez que estuve allá) y que después de tanto darle vueltas y vueltas a la cabeza, de pensar, incluso, en seres más sofisticados que los que viven en este planeta, no puedo concluir de otra manera este veredicto: fueron los mayas mismos. Yo caminé, la ausculté cientos veces, la contemplé, la probé (está medio saladita), no pude subirme porque no me dejaron, y estoy totalmente de acuerdo, porque luego hay cada loco desquiciado que la maltrata, la mancha, la pinta, la orina, y se va deteriorando con los años. Incluso uno de sus costados se ha derrumbado ya por tales causas. Duré todo el día viéndola, como se le contempla a la novia los primeros días, con total deslumbramiento. Pero tuve que haber ido hasta el otro lado de México para tener la certeza de primera mano, calientita, y para echar a tierra el mito que de pronto nos seduce, producto del cine, los programas pseudo-científicos y revistas de dudosa veracidad: el sobrenatural. He realizado un viaje asombroso y me doy cuenta que, no sólo ya no pertenecemos a la civilización maya, sino que ahora la vemos muy de lejos, como turistas extranjeros de nuestra propia cultura. Ya no vestimos así, ya no hablamos sus dialectos y ya no construimos a su manera, con sus técnicas, devorados, inevitablemente, por el río implacable del capitalismo occidental.

Por lo tanto, ¿qué nos queda? Sólo el asombro: Contemplar lo que un día fuimos y nunca más volveremos a ser.