Era más o menos marzo de 2006. El calor nos azotaba ferozmente las axilas y las guitarras ya estaban sonando en un rincón mojado del Cafecito del Fondo. Cuty nos mandó llamar. Quería formar un grupo, una alianza o algo así. Nos habló sobre la necesidad de unir esfuerzos para promover nuestro trabajo en conjunto. Realizaríamos un movimiento de cantautores independientes que buscara despertar conciencias en La Laguna. Éramos jóvenes, disculpen ustedes la inocencia. Pero todo quedó así, en un a ver qué sale, en un débil rastro disuelto en medio de un terregal desorientado. Nomás. Sin embargo, de aquel esbozo de sueño malogrado quedó algo chido: un buen amigo. Un gran compañero de andanzas: El buen vato Trejo... Esta es su historia.
Carlos Trejo Sabag nació en el desierto del norte (Torreón, 1983), lugar en donde actualmente reside. Motivado por la condición de adolecente, tomó la guitarra de la familia e intentó sacarle sonido para luego darse cuenta de que necesitaba un maestro, mismo que fue Gerardo “Palillo” Zavala, quien instruía en la casa de la cultura de Torreón. No fue el rock lo que aprendió a tocar, a pesar de que era en plena época de Metálica y sus contemporáneos, su acercamiento más bien fue con música aún más pesada (decían así a principios del siglo pasado): el bolero, más específicamente en formato de trío, como Los Panchos, Los Tres Ases, etcétera. Al poco tiempo, y motivado por las canciones que escribían y se cantaban con una guitarra, empezó a experimentar la composición ayudado por otro maestro y amigo, Toño Rodríguez “Frino”, con el que se presentó en distintos lugares de la ciudad, como el canal de la perla y algunas universidades. Las herramientas indispensables no faltaron: la lectura, los libros. Se enfocó más en tratar de crear buenas letras, para luego convertirlas en canciones, en un pretexto para escribir.
Tiene un disco titulado “Un día de estos”. Una canción suya aparece en “Un canto en el desierto”, material realizado para los festejos del centenario de Torreón. Se ha presentado en distintos lugares de Torreón, y algunos temas suyos son reproducidos en distintas estaciones del estado. Ha hecho canciones para algunos cortometrajes también. Escribe guión cinematográfico, poemas y artículos. Se inicia en la realización de cine y participó como Ing. de Audio en “Un bonito día”, “Un traje nuevo”, e “Infierno y Gloria” donde realizó la música de estos dos últimos. Actualmente prepara su nuevo material.
Trejo es un ser humano extraordinario, generoso, inspirador y maestro. Han sido años de charlas, convivencia, música y cerveza con él. A Carlos, por cierto, lo inmortalicé (con otro nombre) en el cuento "Voces perdidas en el tiempo", del cual rescato algunos párrafos para su lectura:
A Bebo [Trejo] lo conocí en el bar La Tumba gracias a que el gerente del local también lo había contratado para cantar en los ‘miércoles de blues’, donde yo tocaba. Sus acordes prodigiosos me llamaron inmediatamente la atención: Debo reconocer que es el mejor guitarrista que he encontrado en La Laguna; y aunque mis amigos me han comparado cientos de veces con él y me han puesto a su altura, tengo que admitirlo: es mejor cantautor que yo. Tenía un talento innato para componer canciones; las imágenes en su poesía, los arpegios insospechados con los que a veces llegaba al bar, me deslumbraban. Cuando terminé mi concierto, esa vez, se acercó y me preguntó si las canciones que había interpretado eran mías. Al parecer le habían gustado. “Si arregláramos ese último tema”, me dijo ya entrado en confianza, “con algunas progresiones descendientes con la lira, ¡por dios, hermano, tu rola quedaría sensacional!”… Desde entonces nos veíamos en su casa y amanecíamos hablando de música (de algunos grandes del blues como Robert Jonhson, B.B. King, Keb’ Mo’ y Eric Clapton), tomando cerveza y haciendo breves pausas para escuchar sus discos. Y es que Bebo tenía una loca obsesión por la búsqueda de nuevos acordes: Podía interpretar desde los ritmos primordiales del blues, pasando por la sensual bossa nova, hasta las armonías nostálgicas del tango argentino. Innovador por antonomasia y explorador incansable de armonías frescas y sugestivas, se le podía ver al final de sus presentaciones obteniendo notas extrañas: sus dedos se retorcían como serpientes voluptuosas, recorriendo el largo brazo de la guitarra para conseguir un rasgueo surrealista. Todos ellos sonaban diferentes. Con ese increíble virtuosismo bien pudo haber sido un egoísta, si lo hubiese querido, para abrirse paso en este difícil mundo de la música. Pero no. Siempre fue muy generoso conmigo, me enseñaba sus técnicas y compartía sus mp3 de la mejor música que yo, gustoso, copiaba de inmediato a mi laptop. Nos hicimos buenos amigos.
Trejo tiene una identidad propia y un estilo fraguado a conciencia a través de los años. En sus letras se encuentran historias, recuerdos, personajes y paisajes laguneros. Está marcado por un profundo sentir de su entorno, de su origen e identidad de la región: El desierto, las calles, el silbido de un tren, el canto cardenche, los cactus, las dunas, el río Nazas y otros símbolos de Torreón se pasean constantemente por sus temas. El arranque genial de una de sus canciones (De algodón) lo demuestra:
Nací y oí el canto cardenche
El mitote en luna llena
Por el clima quien me trajo
Fue un aura y no cigüeña.
Trejo es lúdico. Tiene oficio. La sonoridad en sus versos, la precisa métrica en cada de sus líneas, son características definibles en su trabajo. Y es que Carlos tiene una astucia tremenda para abordar cualquier clase de tema. Ya sea un blues, un bolero, una balada, una bossa nova, cualquiera de ellos son sus territorios naturales; las armonías sutiles, los acordes bien trazados por su mano, conviven de manera exacta con la poesía contundente de sus letras. Carlos no busca complacer a nadie con sus rolas. Es autocrítico y nunca está conforme. Es riguroso consigo mismo. El soneto, las décimas, la poesía en sí, ha sido su herramienta más provechosa a lo largo de su trayectoria. En su blog podemos encontrar algunos ejemplos de la maestría con que domina ese género.
Es difícil imaginar mi propia carrera como cantautor sin él. La poca calidad de mis canciones y sonidos (si es que los tuviera), se los debo, sin lugar a dudas. Ha sido un maestro inigualable. No sólo como influencia, no sólo como buen consejero: De forma concreta ha colaborado en temas míos, ya sea tocando la guitarra, probando algún arreglo, como segunda voz o como co-letrista; a saber, en rolas como “Confusión”, “El dragón de la nostalgia”, “Quelites del mezquital”, “Matamoros Ranch” y “Tres notas de Cuba”.
Lo digo con conocimiento de causa, sin temor a equivocarme: Trejo es el mejor cantautor lagunero que existe en la actualidad. Sé que sus contemporáneos lo reconocerán un día de estos; el desierto cultural que aún pervive en nuestras aterradas calles necesita talentos como él; mientras el apoyo y las becas se sigan yendo a gente que no hace más que realizar conciertos con canciones masticadas hasta el cansancio por cientos de trovadores en el país, La Laguna nunca tendrá una identidad propia, musicalmente hablando. Sin embargo, a Trejo no le importa nada de esto. Su destino hace tiempo que ya lo alcanzó, y él, con ese entusiasmo que siempre le he conocido, nos compartirá en un escenario, con pasión, comprometido con su propia música, su último disco (lo mejor que se ha escuchado en Torreón en los últimos tiempos), que he tenido el privilegio de ver nacer desde su origen, en primera fila, pues cada que visito mi Comarca, no dejo pasar la oportunidad para lanzarme a su chante y guitarrear toda la noche, como en los buenos viejos tiempos. Trejo es eso y mucho más, y sin embargo, he dicho realmente muy poco. Su música, estoy seguro, nos sobrevivirá a ambos.
Carlos: el sonido sutil, mágico, contundente de tu lira (y tus consejos, y tus charlas, y tu poderosa imaginación) seguirá sonando en el corazón de este aprendiz por mucho rato. Salve, Trejo.