jueves, 16 de diciembre de 2010

La ruta


Cuántas historias no se viven en las centrales de camiones. En los trayectos. En las calles, mientras esperamos el autobús. Porque todos hemos viajado en autobús alguna vez. Todos. Incluso Borges, incluso el millonetas de Slim. Yo, particularmente, los he usado mucho. Demasiado. Pero cada persona tiene su propia historia que contar, de acuerdo a su visión, de acuerdo a la ventanilla que le tocó mirar mientras viajaba. El solo destino; es decir, la ciudad a donde uno se dirige, daría la tela suficiente para cortar varios ensayos, pero es necesario volver unos días atrás, cuando nos cruzó por la mente que queríamos o necesitábamos tomar esa ruta.

Siempre que me encuentro en las terminales, me gusta ver el rostro de las personas, y trato de adivinar la razón por la que los tiene ahí. La mayoría de las veces veo caras sin expresión, rostros sombríos, quizá con el deseo guardado de no encontrarse en aquel sitio. Ahí no hay ricos ni pobres; bueno, sí los hay, pero a todos nos viene valiendo madres, porque sólo queremos llegar con bien a nuestro destino. Hay tantas anécdotas... Como la más reciente, cuando hice un viaje por Guatemala. Resulta que allá no existen centrales camioneras como en México. No es como aquí, que se concentran todas las líneas en un solo punto, llevando a la gente a cualquier lugar de la república, con o sin escalas. Para viajar allá, hay que trasladarse a varias colonias, dependiendo a dónde se quiera ir, porque las diferentes líneas de buses (así les llaman) se encuentran en varias localidades. No hay una buena infraestructura de transporte, como se ve. Los autobuses suelen ser folclóricos, y por lo regular, muy coloridos. Son camiones guajoloteros, rutas que tienen asientos para dos personas pero donde se sientan tres. Los moscas, que son las personas que le ayudan al chofer a cobrar, anuncian la llegada y salida de la unidad. Son unos verdaderos acróbatas, porque toman tu equipaje, lo montan en su espalda y lo suben al techo ¡con el autobús andando en carretera! Una delicia lo que te encuentras por aquel país centroamericano…

Con los autobuses tienes la ventaja de que puedes comprar tu boleto a última hora, incluso dos minutos antes y salir corriendo a alcanzar la unidad: si el chofi te ve agitando los brazos como loco, te puede subir si anda de buenas, cosa que no ocurre con los aviones, por ejemplo; a menos de que el piloto sea graduado de la escuela de pilotos de tepito, probablemente le ordenaría a la aeromoza, “güerita, dele chance al valedor, ábrale la compuerta; total, si vamos a caber toditos en el infierno, por qué en este pájaro con alas de acero no… ¡pásele pa tras, señito, y arrejunten un poco más las nalguitas!”

Si va a viajar en autobús, le voy a pedir -de la manera más atenta-, que siga estos consejos, por favor: 1) Si viaja, no tome. Es muy desagradable observar a un vato chupando arriba de los camiones, sobretodo si se güacarea en él. 2) Si ve que sube una embarazada, no sea huevón, déle el asiento. Total, unas cuantas cuadras que se chute parado no le va a causar ningún malestar: gánese el paraíso. 3) No sea naco, no le agarre las nalgas a las pasajeras cuando cruce por el pasillo. 4) No vaya diciendo “¡adiós, mamacita!” por la ventanilla a toda mujer guapa que vea por la calle. 5) No raye los asientos. No son obras de arte sus garabatos impúdicos. 6) Pida su parada con anticipación y no distraiga al operador de la unidad, a menos de que quiera escuchar todo el camino historias salidas del libro vaquero, o verdaderos dramas como los del programa La Rosa de Guadalupe.

Y una última cosa. Cuando baje de la unidad dé las gracias al chofi: aunque los vea greñudos, con lentes oscuros, de mal humor y con las cumbias a todo lo que dá, ellos a final de cuentas también tienen su corazoncito. Muy en el fondo, pero lo tienen.

2 comentarios:

J u l i A r t. dijo...

En el transporte publico convergen distintos mundos, en efecto no hay condición social cuando se trata de llegar a nuestros destinos.

Hay un metro en la ciudad de México que se llama Chabacano, supongo que lo conoces... ese lugar siempre me ha dado la idea de que es una fábrica de humanoides, la gente entra y sale, todos exactamente con la misma cara neutral y ensimismada, caminan por donde mismo, al mismo ritmo, como coordinados, me causa la impresión de que van saliendo de bandas de producción para ponerse en funcionamiento casi de inmediato.

Criss dijo...

...
casi puedo ver esos ojos tuyos llenos de imagenes, de colores...disfruto cada letra como si me la estuvieras contanto a mí.

abrazo