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Carta abierta y amorosa a mis padres Juanis y Salvador

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Nunca se está tan a merced del mundo como cuando se nace: uno llega desnudo ante el frío, sin cobija, sin armas, sin garras y sin un pelaje cálido para protegerse, con la suerte echada y con la mayor de las incertidumbres: ¿Qué me espera allá afuera? ¿Con qué me encontraré? ¿Quién me recibirá? ¿Habrá cuatro brazos cálidos esperándome para entibiar mi frágil cuerpo? ¿Sólo dos? ¿Ninguno? Nacer puede convertirse en la primera y mayor desgracia para un ser humano; y cuando la vida se desarrolla en condiciones adversas, cuando va cobrando forma y nos va pegando en los cachetes el aire helado de la realidad, vamos formándonos la idea de que ese dios del que vagamente escuchamos hablar en los pasillos de un reformatorio, tiene a unos cuántos favoritos en los lugares más cómodos, con todo dispuesto. Y es entonces que la vida se convierte en un infierno. Es entonces que actuamos con odio, con resentimiento, y vamos transitando por un mundo que no tiene sentido pues nunca habremos de conocer ...

Algunas dudas sobre los fantasmas

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A mi esposa y a mí nos encanta ver programas y películas sobre lo paranormal: todo aquello que se relacione con el tema, ahí estamos los dos muy picados viéndolo (a mí en lo particular me apasiona el tema de los extraterrestres, y más aún aquello que hable sobre teorías de conspiración, pero eso lo abordaré en otro momento). Es por eso que me considero una especie de experto en la materia: Sólo me hace falta hacerme investigador de lo oculto para cerrar el círculo; cosa que no haré de momento, pero quizá en un futuro no muy lejano llegue a tener una aventura de tal especie. En la vida real, a mi esposa y a mí nos han ocurrido una serie de cosas extrañas que quisiera compartirles antes de transmitir una serie de dudas que me han asaltado desde que he entrado a estos terrenos de misterio. Por ejemplo, en ciertas noches hemos escuchado pasos en la segunda planta mientras estamos abajo preparando la cena o lavando platos, y obviamente cuando subimos a ver qué ocurre resulta que...

El no-me-olvides de los dioses

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Si uno le ordena a los pies dirigirse a la taquería más cercana, éstos obedecen sin mayores complicaciones: el antojo manda, por supuesto. Si uno le pide a su mano subir a la altura de los sobacos para que empiece a rascar, suave y placenteramente, actúa sin ninguna objeción. ¿Entonces por qué no se le ha permitido al hombre tener el mismo dominio sobre su pene? ¿Es acaso una de esas situaciones plenamente irónicas que ha dejado la Vida para el macho? Parece que sí, es precisamente eso, una burla contra nosotros, los afortunados que pertenecemos al sexo masculino. Porque teniéndolo ahí, entre las piernas, a nuestra disposición, no podemos adjudicárnoslo como un súbdito; no podemos proclamarnos su rey, pues antes de la coronación ya había tomado partido por una rebelión en contra nuestra. Fue un capricho vil, lamentable, la verdad. Aquél o aquéllos que nos crearon, dejaron su firma inmisericorde. Su no-me-olvides. Nos dejaron a nuestra suerte, promoviendo en nosotros la labor del ...

Paraíso secreto

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He dado incontables paseos en solitario. Viajes a lo desconocido. Escapadas a los rincones más inverosímiles que puedan ustedes imaginarse. He sido irresponsable. No me he detenido a pensar en los peligros a los que puedo enfrentarme. Muchas veces no tuve un plan determinado; otras tantas, sí, lo hice con un guión perfectamente trazado en mi bitácora de viajero. Sin importar la forma, cuando me fugaba, sentía un alivio profundo, casi como si me estuviera cubriendo desde lo alto del cielo un halo de luz reconfortante: algo en mi interior también se iba descubriendo en esta transición de oscuridad a iluminación. Ha sido un temor nutritivo, desconcertante; una tensa paz que me hizo sentir que estaba viviendo algo real, tangible, lejos de mi hermética y controlada soledad. Pero esa irresponsabilidad me ha dejado algo positivo con los años. Siempre me ha gustado estar solo. Andar ligero, sin demasiado equipaje. Tomar la decisión y al instante embarcarme hacia un nuevo destino. Pero un ...

Ana Arkadievna: una vida entregada a su pasión

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Tolstoi es el maestro del realismo. No hay lugar a dudas. Sus novelas son en realidad sistemas de circuito cerrado, en donde podemos apreciar las historias en tiempo real: estamos ante la contemplación de personas de carne y hueso, con hechos casi comprobables, verosímiles, de los cuales vamos siendo testigos conforme éstos van ocurriendo. Uno casi los puede tocar: y todo porque sus protagonistas son brutalmente humanos. Si no lo creen, échenle una hojeada superficial a Ana Karenina (725 páginas, pero no se espanten), ahí podrán enamorarse de una mujer exquisita, de encantadora personalidad, inteligente, guapa, de charla cautivante y mirada penetrante: no recuerdo personaje más entrañable y conmovedor como éste, en mis tantos años de lecturas.  He de decirles, sin embargo, que es inevitable no entrar en las oscuras cavernas de la moralidad cuando se lee a Tolstoi. Cuando terminé de leer el texto, me pregunté, ¿por qué las mujeres aman a los cabrones, y no a los hombres buenos,...

Ser humano

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Uno se va haciendo más humano conforme pasan los años. O eso es lo que le ocurre a algunas personas. O más bien, eso me está sucediendo a mí, para no ser tan pretencioso. Pero decir humano es entrar a los terrenos escabrosos de la filosofía, pues toda definición implica limitar; es como fotografiar únicamente el rostro de algo o alguien, hacer a un lado a los demás (¿se quita, por favor?) para que no salgan en la instantánea: Y un ser humano, a como yo lo he llegado a entender, es un ser que nace sin saber nada, y, con el despiadado transcurrir del tiempo, va tomando lo que la vida le va poniendo en su camino. Eso es un ser humano para mí. Nada complicado. Los animales, las plantas, en cambio, se las arreglan muchas veces solos, sin tener que pedir a nadie nada, pues lo traen en los genes: con un solo empujoncito y listo, el ADN hace su chamba. Sin embargo los humanos no, tienen que aprender, son un cúmulo de experiencias, de traumas, de energía contenida: la vida es una pared en blanc...

Resplandor eterno

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Pareciera que los libros viajan, que vuelan y se mecen con el viento. Es como si de pronto les salieran patas y emprendieran una travesía desde el lugar en donde estaban hasta nuestras manos. ¡Qué odisea fascinante tienen que vivir los libros para hallarnos! ¿Nosotros los buscamos o ellos nos eligen para que los leamos? Es un misterio que no pretendo resolver. Lo que sí puedo hacer es hablar de mi experiencia con los libros, esos objetos sin vida que me han dado tanto. Porque la lectura siempre me ha resultado fascinante. Es un viaje personal, sin salir de casa, un sumergirse a universos paralelos que construimos en cada sentada. No importa en qué lugar nos encontremos: en la comodidad de la sala, en la cama o en la taza del baño mientras liberamos todo aquello que nos sobra, siempre nos escapamos de la realidad para habitar otro escenario, otros mundos. Mi primer encuentro con un libro fue a los 14 años, si mal no recuerdo. Fue un libro de cuentos de Jorge Ibargüengoitia, “La ley de H...