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Mostrando entradas de 2025

Guatemala, de cómo se mezclan la aventura y la sensación de peligro en un solo viaje

  Ningún viaje de mi pasado totramundero había sacudido tanto mis sentidos como mi travesía por Guatemala. No de la manera como ahí ocurrió: porque puse a prueba mi valor, el carácter forjado con los años, mi capacidad de asombro y el amor por explorar nuevas tierras, que se renovó por completo. No fue fácil, pero mi suerte ya estaba echada: un buen día decidí que quería atravesar este hermoso país centroamericano sólo con mi mochila a cuestas. Y lo hice. Y lo que viene a continuación es un relato de lo que viví durante las dos semanas que me tocó caminar, correr, explorar, nadar y sobretodo, contemplar fascinado las ciudades que llegué a conocer de Guatemala. Esta vez no me centraré en dar detalles sobre precios, hoteles, rutas, como lo he hecho en anteriores diarios, porque esta experiencia la quiero narrar desde una óptica intimista , y esto quiere decir, desde lo que le ocurrió a mis sentidos mientras lo viví. Es curioso cómo resultan las cosas cuando uno empieza a otorgarles...

El ángel caído, de Cristina Peri Rossi

  El ángel se precipitó a tierra, exactamente igual que el satélite ruso que espiaba los movimientos en el mar de la X Flota norteamericana y perdió altura cuando debía ser impulsado a una órbita firme de novecientos cincuenta kilómetros. Exactamente igual, por lo demás, que el satélite norteamericano que espiaba los movimientos de la flota rusa, en el mar del Norte y luego de una falsa maniobra cayó a tierra. Pero mientras la caída de ambos ocasionó incontables catástrofes: la desertización de parte del Canadá, la extinción de varias clases de peces, la rotura de los dientes de los habitantes de la región y la contaminación de los suelos vecinos, la caída del ángel no causó ningún trastorno ecológico. Por ser ingrávido (misterio teológico acerca del cual las dudas son heréticas) no destruyó, a su paso, ni los árboles del camino, ni los hilos del alumbrado, ni provocó interferencias en los programas de televisión ni en la cadena de radio; no abrió un cráter en la faz de la tierra n...

Chaco, de Liliana Colanzi

  Decía mi abuelo que cada palabra tiene su dueño y que una palabra justa hace temblar la tierra. La palabra es un rayo, un tigre, un vendaval, decía el viejo mirándome con rabia mientras se servía alcohol de farmacia, pero ay del que usa la palabra a la ligera. ¿Sabés qué pasa con los mentirosos?, decía. Yo quería olvidarme del abuelo mirando por la ventana a los suchas que daban vueltas en el inmundo cielo del pueblo. O le subía el volumen a la tele. La señal llegaba con interferencia, una explosión de puntitos. A veces eso era todo lo que veíamos en la tele: puntitos. ¿Sabés lo que le pasa al que miente?, insistía el abuelo, esquelético, amenazándome con el bastón: la palabra lo abandona, y al que se queda vacío cualquiera lo puede matar. El abuelo se pasaba todo el día en la silla, bebiendo y discutiendo con su propia borrachera. A la noche mamá y yo lo recogíamos y lo arrastrábamos a su cuarto: el viejo estaba tan perdido que no nos reconocía. De joven fue violinista y lo busc...

Nada de todo esto, de Samanta Schweblin

  —NOS PERDIMOS —dice mi madre. Frena y se inclina sobre el volante. Sus dedos finos y viejos se agarran al plástico con fuerza. Estamos a más de media hora de casa, en uno de los barrios residenciales que más nos gusta. Hay caserones hermosos y amplios, pero las calles son de tierra y están embarradas porque estuvo lloviendo toda la noche. —¿Tenías que parar en medio del barro? ¿Cómo vamos a salir ahora de acá? Abro mi puerta para ver qué tan enterradas están las ruedas. Bastante enterradas, lo suficientemente enterradas. Cierro de un portazo. —¿Qué es lo que estás haciendo, mamá? —¿Cómo que qué estoy haciendo? —su estupor parece sincero. —Sé exactamente qué es lo que estamos haciendo, pero acabo de darme cuenta de lo extraño que es. Mi madre no parece entender, pero responde, así que sabe a qué me refiero. —Miramos casas —dice. Parpadea un par de veces, tiene demasiado rímel en las pestañas. —¿Miramos casas? —Miramos casas —señala las casas que hay a los lados. Son inmensas. Resp...