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Mostrando entradas de enero, 2010

Niño perdido

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Hace unos días, mientras desempolvaba unos papeles que estaban guardados en una caja, me encontré con un pequeño tesoro: mi primer cuento. Un manuscrito con los primeros párrafos que salían de mi lápiz tembloroso. Me acuerdo que en aquel entonces, cuando lo escribí, tuve las mismas sensaciones que hoy en día todavía me sacuden: una sensación de hipnosis, de estremecimiento, un estado de trance que ocurre cuando uno echa a volar la imaginación. Este cuento salió de un sueño. Y cuando lo vi publicado en la revista Acequias, de la Ibero Laguna, hace quince años (¡no mames!) me morí de la emoción: fui y se lo presumí a mis padres, naturalmente. Estaba muy orgulloso de mi hazaña. Hoy lo presento con la misma emoción de entonces, porque ese primer cuento me hizo darme cuenta que me gustaba contar historias: Me adentró a ese fascinante mundo al que llamamos literatura. Que ustedes lo disfruten: Niño perdido. Me encuentro sentado, en el barrio sin gente, a la orilla de una banqueta; só...

Voces, almas y bicicletas sin fronteras

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“¡Ay, reata, no te revientes que es el último jalón!”, dice Chavela Vargas en una canción de Joaquín Sabina, y se me viene a la mente esta frase contundente porque tan sólo imaginar que alguien se atreva a pedalear una bicicleta a lo largo de 540 kilómetros, que es la distancia aproximada de Austin, Texas, a Monterrey, definitivamente es una hazaña que te provoca asombro. ¿Y todo con qué propósito? Con uno que realmente tiene sentido: dar un mensaje de aliento, una voz esperanzadora a nosotros los extranjeros de nuestra propia tierra. Bikes Across Borders (Bicicletas Sin Fronteras) han llegado a nuestra caótica urbe para promover algunas actividades renovadoras que cada vez se van haciendo más fastidiosas para algunos huevones, que lo único que piensan es en la comodidad y la confortable pereza de no hacer nada. Estos fantásticos ciclistas, no importándoles las inclemencias del tiempo, frío, lluvia, hambre, y demasiados peligros a los cuales se enfrentaron en la carretera, han hecho un...

El retorno de Lucifer

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Dos años sin él. Pero ha vuelto. Lo resucitaron de entre un montón de cenizas. Es él. Cuánto lo extrañaba. Hoy está conmigo nuevamente. Soy muy feliz. Pero hace dos años, cuando ocurrió la desgracia, en medio de la confusión escribí esto: Tengo que hablarte porque el espíritu me lo exige, aunque parezca una locura. Esta noche me ha entrado un sentimiento pesado, sobrecogedor, y se me han venido los recuerdos como una inmensa cascada de plomo que me aprisionan el pecho. Esta noche, en que ya la tormenta ha pasado y el ánimo empieza a recobrar fuerzas, empiezan a surgir de nueva cuenta los grandes momentos que pasé con tu ayuda, Lucifer. ¿Cuántos instantes pasamos juntos en cuatro años? ¿Cuántos viajes hicimos? ¿Cuántos lugares nuevos descubrimos? ¿Cuántas carreteras norteñas transitamos? Muchas. Incontables. Voy a trasladarme por unos segundos al terreno de la ficción. A un mundo donde los coches sí tienen alma y son amigos de las personas. Y en ese escenario fantástico, Lucife...

¿Extraterrestres construyeron la pirámide de Chichén Itzá?

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Tuve un sueño. De esos que uno tiene cuando recién acabas de ingerir drogas o cuando los tacos que te has comido el día anterior te han hecho daño y sufres terribles alucinaciones por la mañana. Fue así: "Me veo sentado, al pie de una pirámide enorme, mientras una lluvia ligera, cristalina, aplaca un poco el calor lacerante. De pronto, un indio aparece con un bastón largo: parece ser un sacerdote o una especie de chamán antiguo. Se acerca a mí y yo me levanto. Me dice algo en un dialecto que yo no entiendo. Se va. Me quedo ahí sin entender qué es lo que pasa, tratando de adivinar, por las puras señas que me hizo, el mensaje que aquel hombre extraño quiso transmitirme, pero no logro descifrarlo de momento. Al poco tiempo se abren los cielos, aparece una nave extraterrestre y se posa en la cima de la pirámide. Se desliza la portezuela izquierda del artefacto y desciende un ser horripilante. Me ve, me paraliza con su rayo láser y ahí termina el sueño." Sí, esta aluci...

La Habana, entre el derrumbe y el renacimiento

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Después de esta experiencia apasionante de mi estadía en La Habana (hace dos años), he pensado lo siguiente: que los viajes se componen, invariablemente, de dos sustancias: uno, la sabia dulce de lo vivido, mientras lo estás experimentando, y dos, el sabor delicioso cuando llegas a casa y lo asimilas todo. Y es que el viaje no termina cuando el avión, el autobús o el coche te dejan en las puertas de tu ciudad; no, apenas es la mitad de la experiencia completa, pues cuando estás en la soledad de tu habitación, van llegando las vivencias y se van enriqueciendo mientras las vamos recordando; se van haciendo más claras para uno. Eso es lo que me sucedió tres semanas después de lo que fue un "paseo" impresionante a la inquietante ciudad de La Habana, Cuba. Mágica, derruida, poderosa, incomprensible y a la vez tan tuya... es inevitable pasear por sus calles y no sentirse hipnotizado por sus costumbres, por su gente, por el modo en el que viven y piensan; en el que sobreviven. Me ho...

Los sonidos de la tierra viajan al más allá

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Mandar un mensaje por teléfono móvil es algo tan natural hoy en día que, nosotros, quitados de la pena, tenemos la certeza de que la persona al otro lado del mundo podrá recibirlo sin mayor dificultad. Lo hacemos porque la tecnología nos lo permite; se ha hecho parte de nuestra vida cotidiana. Pero si quisiéramos trasladar esta realidad de nuestro mundo conocido, el planeta tierra, a dimensiones estelares, nos encontraremos con una serie de dificultades realmente mayores. Para poder comunicarnos con una civilización inteligente en otro rincón del universo hará falta algo más que un celular y una antena de conejo para poder lograrlo. Un intento descabellado de este tipo, sin embargo, ya se realizó hace tres décadas, allá por 1977 en el gabacho, cuando las sondas espaciales Voyager 1 y Voyager 2 fueron lanzadas a una misión titánica: Llegar a donde ningún otro objeto terrestre pudo hacerlo en el pasado, cruzar nuestro sistema solar para desafanarse del reinado natural del astro que ahora...