martes, 17 de noviembre de 2009

Una posible explicación


Anoche vi un fantasma. O mejor dicho, lo que en primer instancia y dicho de manera apasionada, sin un mínimo de prudencia, podría ser el resultado de una experiencia sobrenatural. Les contaré cómo estuvo y vamos sacando conclusiones detenidamente. Yo estaba dormido, plácidamente, soñando cosas ricas; no tengo que ser muy explícito al respecto. Cuando de pronto, de la nada (y con un giro absoluto de mi sueño) me encontraba acostado en mi propia habitación, como si aquel otro sueño encantador hubiera terminado y enseguida me hubiera insertado a la realidad, de trancazo. Estaba a media oscuridad, yo tenía las cobijas encima de mí cuando sentí que alguien se me había subido y me aplastaba con su peso. No podía moverme pero al principio no sentí un miedo abrumador, sólo me sentí desconcertado. Pero luego la cobija se corrió un poco y le vi el rostro, estaba casi junto del mío: era un viejo. Prieto, prieto. Y era flacucho, el pobre. Me miraba como indiferente, ni siquiera hacía esfuerzos por querer parecer terrorífico. Pasó acaso un minuto. De pronto, comencé como a asfixiarme. Ahí fue cuando ahora sí ya sentí desesperación. Intenté gritar, moverme, pero no lo conseguía. Mientras más esfuerzo hacía por sacudirme y quitarme al ruco, más en desesperación entraba. En ese sueño (lo declaro sueño) tenía la firme convicción de que me encontraba en casa de mis padres, en Matamoros, cuando hace un año y medio que vivo en Allende, solo. Finalmente pude sacar un alarido muy extraño, más como de nena asustada que de un hombre fuerte que solicita un poco de ayuda. Me da un poco de pena contarlo, pero ni modo, así sucedió. Después de unos segundos, la experiencia terminó. Volví de un fregadazo a la realidad pero aún me encontraba agitado. Luego esa sensación de miedo se fue disipando muy rápidamente al comprender que todo había sido una pesadilla.
¿Pero qué fue lo que realmente ocurrió? Ahí me tienen que esa mañana consulté la sabiduría infinita del Internet y descubrí que lo que yo había vivido (y que me había parecido al principio algo “espectacular y poco conocido”), resultó ser lo más normal de la vida y tenía nombre y apellidos propios: se llamaba Falso despertar y Parálisis del sueño. En el primero, uno sueña que se ha despertado, es decir, tú crees que ya estás viviendo la realidad y actúas muy campante, como silbando en medio de un día soleado; pero no, ¡estás dormidísimo! Y la parálisis del sueño sucede durante la etapa REM del sueño (Movimiento ocular rápido, por sus siglas en inglés), en la cual el cuerpo queda paralizado por un mecanismo cerebral que impide que los movimientos que se producen en el sueño se lleven a cabo de forma real por el cuerpo, ya que esto podría poner en peligro la propia integridad física, moviéndose únicamente los ojos. He ahí la explicación, fácil y sencilla. Por eso no me podía mover, y por eso no pude gritar para que alguien me escuchara y me sacara de ese letargo involuntario. También leí que “debido a las características que presenta este tipo de fenómenos —dice el doctor Carlos Solís Pérez en otro artículo— la gente lo ha asociado a aspectos de tipo paranormal, embrujos o demoniacos, relacionados con seres malignos, ya sea personas, fantasmas o animales. Pero la realidad es que esa sensación puede ser resultado del estrés y la ansiedad, o bien de abundante alimentación antes de ir a dormir, de falta de vitaminas o de problemas con la dieta.” Ahí lo tienen, sólo fue un problema fisiológico. No se hable más del asunto.
Aunque, esa misma noche, antes de dormir, le platiqué a mi novia la experiencia pero sazonado con un poco de limón y reteharta salsa, ya saben, nomás por el puro placer de exagerar al máximo las pequeñeces de la vida, y cuando terminé de contarle se puso seria. Yo también me puse serio por su seriedad. Le pregunté, “oye mi amor, ¿no te gustó lo que te conté o tú también tuviste una experiencia similar en el pasado?” Siguió en silencio. Me preocupé. Con un poco de desconfianza, con voz entrecortada, soltó las palabras que me pusieron la carne de gallina: “La persona que me describiste en tu sueño era mi papá”, que había fallecido hace 4 años al que yo, por supuesto, nunca había visto.