Lo simbólico
Estrechamos vínculos. Nos diluimos en las cosas. Queremos trascender nuestra esencia a través de lo real. Y para lograrlo, nos servimos de los símbolos: cuando queremos expresarle a alguien que estará aquí por el resto de la existencia, se lo decimos con un obsequio: un anillo de compromiso, una pulsera, un tatuaje. Y ese símbolo adquiere un valor casi sagrado para nosotros. Proyectamos en él un resumen de nuestra vida a su lado: Es, digámoslo en términos cosmológicos, la singularidad desnuda de una historia compartida. Los símbolos son una fuente importante de recuerdos. Con ellos tratamos de materializar lo que no se ve, lo que no se toca, pero que representa algo concreto. ¿Pero qué tan importantes pueden llegar a convertirse? ¿Habrá en este planeta una persona que no sienta apego por algo material, que le fue dado por alguien? ¿Se puede vivir dejando de lado todo lo que algún día ocupó un espacio en nuestros sitios? ¿Y cómo saber si no se ha cruzado la línea entre la nostalgia y la...